sábado, 9 de enero de 2010

Hassan, el ángel de la guarda

Hassan. Camina Hassan por las calles de la medina, con andar sostenido, limpio y elegante, vestido con su chaqueta azul de trabajo, a manchas blancas, luego de encalar. Camina sin tintineos, aunque su cinturón carga con cien llaves que abren otras cien puertas por toda la medina y que al fin, no son más que pruebas de confianza y lealtad. Hassan, alma de Daranur, eleva sus ojos al cielo del mundo, en días de sol o lluviosos, frotándose las manos de ética y valores; de sueños y calor; muy lejos de aquel que las restrega calculando las ganancias de su capital; más lejos aún de codiciosos y bravucones y cada día, al atardecer, mucho más cerca de sus amigos, como Regragi o Mustafá, con quien dibuja y desdibuja figuras de humo, al calor de la chimenea del salón. Conoce Hassan cada recuncho de la casa, sus grietas y heridas y las que faltan por llegar. Los conoce también como el alma humana, con sus dudas y retortijones, ante los que permanece atento para advertir sobre el dolor, la codicia, la ambición o la deslealtad. Camina Hassan de casa en casa hacia la suya, que abre cada día a amigos y familia, para de nuevo volver a empezar.

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